¿Recordáis aquel anuncio en el que un tipo se quedaba sin trabajo y llama a su señora y su señora a otro y este a otro... hasta que al tipo le encuentran trabajo otra vez?
Bueno, no voy a deciros que es mi caso pero casi casi.
Gracias a los amigos y a los amigos de amigos y por supuesto a mi señor esposo que recurrió a todo conocido en posición de ofrecerle un trabajo, ya vuelve a pertenecer al rebaño de currantes de este país. No es el trabajo de sus sueños ni el sueldo el mejor del mundo pero... no está la cosa como para exigir. El caso es que le han durado poco las vacaciones, gracias a Dios y vuelve a ser el cazador-proveedor de la familia (tarea que comparto, eh?).
En ese lapsus todos nos planteamos los "arreglos" que podían hacerse para intentar gastar un poco menos. Mi peque Daniel propuso quedarnos a comer y a cenar en casa de la abuela para que no hubiera que comprar tanta comida y que se iba a duchar en el patio( donde llega el agua de un bidón de la azotea a una temperatura ideal) todos los días, así con el agua que salpique regaría las plantas y la que cayera serviría para limpiar el suelo...
Lo de comer en casa de la abuela nos gustó a todos menos a la abuela, claro está, pero hemos convertido las duchas colectivas en el patio en una costumbre aunque no creo que ahorremos mucha agua entre salpicón y salpicón. Eso sí nos reimos muchísimo tratando de hacernos con la manguera.
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