miércoles, 29 de septiembre de 2010

Cosas que hacen más divertido el otoño

....a mí me hizo reir un rato

domingo, 26 de septiembre de 2010

El otoño ha llegado, hace frío y llueve mucho...

..y los pobres arbolitos sin hojitas se han quedado...

Cantan mis niños, canción nueva del cole.
El otoño enseña ya sus dientes aunque el verano colea, resistiéndose a marcharse.
Si me encanta el verano, el otoño es mi estación más odiada. Hombre, sí, me encanta la brisa fresca, el martilleo de la lluvia en los cristales, el arrebujarme entre las sábanas por la noche y lo lánguida que parece la tarde.
En cambio, odio la sensación de melancolía que también trae.
Esa tristeza sin motivo que los expertos achacan a la falta de horas de sol o a las bajas presiones.
Parece que los sentimientos más nostálgicos prosperan en este tiempo y mira uno las estrellas, el sol cubierto de nubes, los cielos grises, las calles mojadas al salir de casa y es como si el corazón también se tiñera de gris.
Como si al ponerte más ropa, el pensamiento también se cobijara en sí mismo y se empeñara en hacer recuento de aquello que nos entristece, y de los "y si.." que se han perdido.
La gente está de peor humor, camina más deprisa por las calles, se va diluyendo el moreno y la cervecita ya no apetece tanto.
A veces me entran ganas de hacerme un ovillo, enmarañarme, y no levantar la cabeza de la almohada.
Entonces tengo que recurrir, como los Niños Perdidos, a los pensamientos alegres y a que algún hada generosa, conocedora de mis pesares, me preste algo de su polvo brillante. Así es fácil remontar el vuelo, aunque sea otoño.

P.D. Ahí va la letra completa de la canción, por si es lo que buscábais.

el otoño ha llegado hace frío y llueve mucho
y los pobres arbolitos sin hojitas se han quedado
los que son de hoja perenne, nunca se quedan pelados
en cambio los de caduca...ay!...parecen un señor calvo!

jueves, 23 de septiembre de 2010

Malas noticias

Lo malo de trabajar con personas que están ya al final del camino es que algunas llegan a él...y a tí no te da tiempo de despedirte.
Un mes es mucho tiempo, sobre todo para aquellos para los que cada día nuevo es una victoria.
¿Recordáis a Juan?
Sí.
Sólo tres días antes de reincorporame de mis vacaciones ha dejado de perseguir abuelitas por los pasillos para caminar (sin tanto trabajo, espero) por los pasillos del cielo.
Espero que también esté mejor de la vista, si no tendrá un grave problema cuando intente ligar con los arcángeles.
Es sólo uno, se han ido más, tres más.
Por mucho tiempo que lleve trabajando con ellos me entristece cada despedida, aunque a veces sea esperada, incluso deseada por ellos.
Hay una valentía en su vida que parece invisible a muchos.
Raro vivir cuando el corazón descuenta latidos, cuando conocen que su existencia se agota, cuando se aferran a ella a pesar del dolor, de la torpeza, de la debilidad...de la vejez en sí.
Es allí, al final del camino, dónde recuerdan, rememora, reviven y algunos se enjuician  y se convencen de que lo han hecho bien, de que toda injusticia que se les debe (algunas reales, otras imaginarias) serán cobradas.
Son maestros, así, sin pretenderlo. Los veo y analizo: imposible saber si una buena vida, garantiza una vejez satisfactoria. Pero sí sé que aquellos que han hecho todo, lo bueno y lo malo, con convicción, aquellos que se han dado en  cuerpo y alma, aquellos que se enfrentaron a sus miedos cara a cara, no temen a la señora de la guadaña...o la temen menos.
Algunos creen en el más allá. Otros sólo anhelan el sueño y el descanso, el frío y la insensibilidad.
Otros no piensan en el final, esperan cada día igual al anterior en esa rutina que les reconforta.
Y así pasan los días que les quedan, aprovechando los placeres que aún les brindan: una buena comida, una risa, una visita...

... que mis manos les reporte algún consuelo, que mis bromas o mis besos les hagan sonreir, que cada vez que interrumpa mi tarea para darles agua o un pañuelo o repetirles mi nombre o colocarles bien el cojín o acordarme de que prefieren que le llamen Curro y no Francisco, les haga más agradable la espera... que pueda hacer todo eso sin que se me note el cansancio, sin reñirles demasiado, sin gritar (bueno, a los sordos sí)....es mi objetivo (difícilmente cumplible) de cada día.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Feliz año nuevo

Para mí comienza el año en estas fechas, en septiembre, cuando empieza el curso, cuando los días se hacen más cortos, cuando refresca por las tardes...
Se me va el verano y las vacaciones, vuelta a la rutina (bendita, a veces).
Vuelta a la dictadura del reloj.
A ver si, por lo menos, estreno uniforme.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Desvelarse

_ Pareces una matriuska_ dijo.
Parapadeó indecisamente.
_ Me reiría, pero no sé lo que es eso.
_ Sí lo sabes. _ contestó_ Es una de esas muñecas rusas que al abrirlas esconden otra en su interior...y otra...y otra.
_ No sé si eso es un piropo.
Calló.

Recogió sus mitades abiertas.
Eran livianas, como conchas vacías.
Si quién le hablaba no hubiera mirado hacia otro lado, habría decicido no volver a ponérselas.



jueves, 9 de septiembre de 2010

Si es que no paro...

Recién regresada de las vacaciones (gracias a todos por vuestros comentarios) me encuentro con la feria de mi pueblo recién comenzada. ¿Cansada? ¡Qué va hombre, si acabo de llegar!
El tiempo justo de deshacer las maletas, ducharme y arreglarme como la ocasión se merece para ir a disfrutar del jolgorio.
Ahora sí estoy cansada, así que para los que quieran saber algo de la feria de mi pueblo le remito aquí, porque casi todos los años es lo mismo... y a mí que me encanta.

Para los que pasen de fiestas patronales y quieran algo más tendrán que esperar un poco, hasta que baje el ritmo y mis ondas cerebrales comiencen a trabajar de nuevo en la frecuencia adecuada.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Esto es vida

Para los que no podáis verme, os diré que estoy en la terraza del piso que he alquilado (sí, hijos míos, este año no hay hotel con todo incluido) disfrutando de la temperatura, de la luna ascendiendo en el cielo, de la buena compañía y de un ron con cocacola.
Por fín el verano es verano.
Me encanta el olor salado del aire, el del aceite de coco, el del aftersun... el calorcillo que te queda en la piel desués de estar todo el día bajo el sol ardiente, el ver las marcas del bikini que se distinguen cada día más.
Me encantan las caras morenas de mis hijos, las sardinas y el tinto a mediodía, la paz de cada noche cuando se quedan dormidos de puro agotamiento.
Todo no es idílico desde luego, no soporto dar cuatrocientos viajes a la orilla para llenar un cubo de agua que inmediatamente van a volcar en el suelo, ni tener que limpiar la arena de los cienes y cienes de cubos, rastrillos, palas y figuritas varias...pero soporto todo con estoicismo.
Peor lo pasan los que se colocan osadamente junto a mi familia en las blancas arenas y tienen que oirme gritar desaforadamente para que el mayor de mis retoños no se burle del peligro saltando olas más allá de la mirada de mis ojos.

Ni libros, ni mp3, ni cerrar los ojos un momento para sentir el sol en la cara....bueno, sí, de hecho el papá me da tiempo suficiente para disfrutar de la playa. Él y mi hermana, que nos acompaña este año con mi sobrina, que con una paciencia infinita es capaz de pasar el contenido de un cubo de agua a otro más de veinte veces para hacer girar una noria de juguete y distraer así al pequeño ( Juan Carlos, decía, esto es un trabajo muy poco productivo)

Definitivamente, lo peor son los mosquitos, pero dentro de dos o tres ron con cocacola más una de dos: o los mosquitos se emborrachan y pierden puntería, o el ron me anestesia y no me molestan lo más mínimo.
Ale, os dejo, que me toca servir la ronda... y reirme del mundo.