lunes, 31 de enero de 2011

Señora, ¿dónde lo ponemos?

Cuando llegue el paquete se sorprenderá, tendrá la seguridad de que no haber pedido nada así.
Será grande, voluminoso, y con una forma extraña.
Firmará en el papel automáticamente, casi sin pensar, y se encontrará con un bulto enorme en las manos y sin saber que hacer con él.
No pesará mucho, la verdad, pero será incómodo de sostener.
Con él en las manos, no será capaz de hacer otra cosa más que sujetarlo.
Mire donde mire, tendrá que hacerlo por encima de sus contornos.
Tratará de dejarlo en el suelo. Su forma extraña ocupará todo el espacio de modo que deberá contorsionarse como un acróbata de circo para pasar por su lado o se tropezará con él.
No podrá apilarlo sobre nada, imposible que conserve el equilibrio.
No podrá ocultarlo tras de nada, siempre asomaran las esquinas.
Tampoco podrá colocarlo en ninguna estantería si no las vacia antes y a la gente le suele gustar cómo tiene las cosas en la estantería, cada una en su sitio.
No se atreverá a abrirlo porque dudará si realmente es suyo y si algún día vendrán a reclamarlo.
Se morirá por despegar una esquinita y mirar dentro...
Es un paquete tan bonito...y si lo aprieta parecerá que encoge y lo meterá en cualquier sitio.
Tarde o temprano, recobrará su tamaño y estorbará de nuevo.

El repartidor disfruta anticipadamente, porque aunque no sabe lo que hay dentro sospecha que el contenido no siempre suele ser como se promete.

viernes, 28 de enero de 2011

Escaques negros y blancos

Hay quien dice que la vida es una partida de ajedrez.
Que debemos prever los movimientos del contrario, anticipar las jugadas, elaborar estrategias, proteger nuestro rey a costa de sacrificar peones.

Si es así lo tengo jodido porque yo vivo como si jugara una partida de parchís, esperando que los números del dado me sean favorables, decidiendo si asegurar una ficha o adelantarla, contándome 20 y cruzando los dedos para que no me salgan dobles tres veces seguidas...

sábado, 22 de enero de 2011

De cucharas y otras cosas

Cuando era pequeña y mi madre me mandaba a poner la mesa siempre me preguntaba por qué, entre la cubertería perfecta de mi meticulosa madre, había cucharillas de todas formas y tamaños.
Ahora abro mi cajón y veo entre mi cubertería impoluta cucharillas de todas formas y tamaños.
Supongo que entre las cosas que aparecen en mi bolso, aparecen cucharillas porque todavía no consigo creer que mi cajón las fabrique por generación expontánea.

Las hay pequeñísimas, como de juguete, redondas, hondas, y con la punta un poco picuda. Las hay sencillas y con adornos en el cabo (¿se llama cabo?) Incluso hay una con un filo dorado, esa concretamente vino en la mochila de la guardería del peque a cambio de una de las mías.
Lo curioso es que todas las usamos, no importa ni de dónde vengan ni la forma que tengan, todas las usamos.

Al fin y al cabo una cuchara es una cuchara.

jueves, 13 de enero de 2011

Bajemos los humos

Hola.
Me llamo Barbaria y sigo siendo fumadora.
A pesar de que ya casi no se pueda fumar en casi ningún sitio.
Me da igual: estoy de acuerdo con la ley, no fumemos en locales públicos, ni en parques infantiles, ni en las puertas de colegios y hospitales.
Es más, no fumaré en el coche ni delante de mis hijos, aunque esté en mi propia casa (al patio, a la puerta...)
No molestemos con los malos humos, ni obliguemos a otros a respirar una sustancia tóxica.
Recordemos lo perjudicial que es, las veces que nos hemos propuesto dejarlo, sin éxito, claro.
Aprovechemos la oportunidad para reducir el consumo o para dejarlo de una vez.

Pero por favor, no fumadores y afectados varios, cuando esté consumiendo una sustancia legal en un lugar legalmente autorizado para ello, eviten tirarme piedras.

martes, 4 de enero de 2011

El ejército rojo y el ejército azul

"...es que no lo entiendo, mamá"_ me dice con los ojos llorosos_ "A veces me siento como si tuviera una guerra dentro de mí. Tengo dos ejércitos, el ejército rojo y el ejército azul; cuando estoy contento y me porto bien es porque el ejército azul está ganando...pero cuando gana el ejército rojo que son muchos, y más fuertes y a veces me matan a todos los generales del ejército azul y no los puedo parar... entonces me enfado y grito y no escucho lo que me decís. ¡Es que no puedo!"
Le cojo en brazos, aunque hace mucho que dejó de ser un bebé, y le acaricio el pelo y la frente mientras habla.
"Y cuando para la batalla y os veo enfadados el corazón se me llena de frío y de tristeza...Mamá, ¿cuando sea mayor controlaré al ejército rojo y no me matarán a los generales azules?"
Le digo que sí, ¿no es eso lo que hay que decir? Y hablamos de otras cosas y hacemos chistes y las lágrimas dejan de caer. Su pecho se vacía de frío y de tristeza.
"Creo que ya han revivido algunos generales azules, mamá". Bosteza.
Entorno la puerta y me quedo pensando que a veces mi ejército rojo también gana y no lo controlo y grito y me enfado y no le escucho...
Pero hoy también me han revivido algunos generales azules y se me va la tristeza y el frío del pecho.