miércoles, 1 de julio de 2009

La mancha

Era una mancha pequeña, de color marrón rojizo, ese que hace florecer la onomatopeya gutural del asco, que imaginas frotada por un CSI en la escena de un crimen con un palillo de los oídos.

Al verla un poco más de cerca (pero pá qué miras?) las líneas de unas huellas dactilares hicieron protestar otra vez a mi garganta. (Ahora imaginaba al CSI presionándola con un plastiquito).

Cuando salí del servicio esperaba no tener que verla más pero, somos animales de costumbres y al volver a entrar en el baño al día siguiente (el de la izquierda) veo ante mis fascinados ojos la misma mancha. Ahora era un poco más parda y ya no daba tanto repelús. Extraño en un hotel de cuatro estrellas que la hayan pasado por alto...El tercer día sus bordes eran más difusos, el cuarto día estaba más seca, el quinto día empecé a buscar formas por si era una manifestación extraña como las caras de Bélmez, el sexto día pensé indignada en dar parte en recepción, pero sólo lo pensé... El séptimo y último día de mis vacaciones iba a entrar en el aseo cuando me lo impidió en carrito de la limpieza (este es tu final, bellaca) y me acerqué a ver su exterminio con una insana curiosidad. Allí , la señora de la limpieza embadurnaba las paredes del baño y la taza con un mejunge de olor extraño y frotaba con fruicción. Esperé impaciente a que terminara y entré en el cuartito con una no menos insana satisfacción..para descubrir que la mancha permanecía.

La muy canalla se reía de mí cuando, perpleja, descubrí cómo se había salvado: las limpiadoras entraban y fregaban dejando la puerta del aseo abierta... tras la cual ella se escondía.

Allí estábamos, ella y yo, ella había mirado la cara de cientos de mujeres en esa semana, se había exhibido sin pudor y yo podía oir sus carcajadas mientras saboreaba mi desengaño.

Salí, sin hacer uso del aseo, no le daría esa satisfacción y allí seguía el carrito de la limpieza mientras arreglaban el otro baño. Iba a avisar a la empleada, pero impulsivamente cogí el líquido que olía a gas inflamable y la rocié sin compasión. Recogí sus restos con papel higiénico y lancé por el inodoro. Ahora era ella la que me miraba perpleja mientras yo la veía desaparecer en espirales.

¿Qué hemos aprendido?
1. Que hay cosas que es mejor hacer tú mismo
2. Que las cosas que hay que hacer tú mismo, hay que hacerlas cuanto antes
3. Que tengo que dejar de darle personalidad a las cosas o voy a necesitar medicación.

2 comentarios:

yokopatri dijo...

hola, he llegado aqui por medio del blog de Carmen y me he reido mucho, me llamo Yoko, encantada!

barbaria dijo...

Hola Yoko,encantada que vengas por aquí y que te hayas reido un rato, espero conocerte mejor.
Bienvenida.