lunes, 5 de octubre de 2009

Espejo, espejito 2

Debido a mi triste depresión física y a que Marido anda desocupado por las tardes, decido invertir en la economía española yéndome esta tarde a un salón de belleza. La decisión vino anoche mientras me pesaba, al descubrir que eran ya tres los kilos que he recuperado de los 5 que perdí de febrero a marzo: decidida a no engullir una onza más de chocolate e incapaz de renunciar a él pensé en extendérmelo por el cuerpo...pero, para esas cosas mejor los profesionales.
Cómo se nota que estamos en crisis, pues me dieron cita para la sesión esa misma tarde en vez de tener que esperar un mes como es habitual en ese centro.
Lo mejor de ir a un centro de belleza (o a ese centro de belleza en particular) es que la dueña es encantadora y te saluda como si te viera a diario en vez de acudir tres veces al año. Te tratan como si fueras la persona más importante del mundo, te ofrecen revistas (nuevas) mientras esperas y siempre te dan muestras gratis cuando te vas, claro que a 100 euros la sesión te mereces por lo menos trato de marquesa.
Y allí estaba yo, con mis arruguitas y mis flacideces esperando a ser recompuesta.
Lo primero, un baño templado con aceites hidratantes con extracto de chocolate, que parecía yo un bizcochito sumergido en una taza de cacao, te ponen musiquita de esa chill-out y un juego de luces que ni la discoteca Pachá y te dejan en remojo unos minutos. Y al rato ya no me sentía un bizcocho, sino una reina egipcia bañándome en leche (chocolateada, como con los choco crispis).
Envuelta en gruesas toallas me pasan para la camilla y tras secarme, me empiezan a untar de aceite (que decía yo, que sería mejor primero el mejunge y luego el baño, pero como he dicho ellas eran las profesionales) y a darme masaje en todo el cuerpo. Ya no sólo era una delicia el masaje sino los aromas de los aceites que empleaban, que iban del consabido chocolate a la vainilla, el coco o la menta. Después, la envoltura, que consiste poco más o menos en cubrirte con una capa de fondant como si fueras una tarta y dejarte envuelta en esos aromas otro ratito mientras seguimos con la musica de fondo. Si en esos instantes no empiezas a flotar por encima de tu cuerpo es que eres un leño, vamos.
La restauración corporal se completa con un tratamiento facial. Ahí empecé a parecerme a un conguito, pero como ya flotaba por encima de mi cuerpo me daba un poco igual todo, incluso convertirme en la mamita de la "señoritaescarlata" con el turbante blanco en mi cabeza. Luego con chorros de agua a distintas presiones y temperaturas (ducha Vichí, se llama) me volví blanca de nuevo (así se sentía Michael Jackson, que en paz descanse) y con un bombón delicioso fundiéndose en el paladar pasé a la peluquería donde la rehabilitación de la fachada fue completa. Antes de irme me decoraron con un poco de rimmel y brillo de labios. Y al mirarme en el espejo cuando salía me veía hasta menos papada y todo, más liviana sin el peso de los 100 euros últimos tres kilos y los últimos 10 años. Divina de la muerte.
Para colmo, cuando salí de allí me tropecé con dos antiguos compañeros del BUP: un ex-novio y su actual esposa (con unos cuantos cientos de kilos más_ qué malas somos las mujeres_) lo cual hizo subir mi autoestima unos 100 euros más.
Con eso y con el guau! de mi santo esposo mientras olía mis recovecos tengo gas para tirar otra temporada...o hasta que me pese la semana que viene,quién sabe.

1 comentario:

yokopatri dijo...

a veces hay que invertir en una isma, que para estar bien hay que estar por dentro y por fuera, eso si, a mi lo que me haria falta es ir mas a hacer ejercicio fisico, que ya no me cierra el pantalon del uniforme, y menos mal que hoy es el ultimo dia, pero no es la gordura a lo que le temo, si no a la fofez....jajaja....creo que luego hablare de esto en mi blog