Llueve muchísimo, cae el agua como una cortina sobre mis cristales. Inunda mi patio.
Agua lamiendo las paredes de mi casa.
Creo que acabaremos como el año pasado, con elementos de vida extraña creciendo en mis rincones.
Llueve y la lluvia me pone especialmente triste.
Las gotas de lluvia me recuerdan demasiado a las lágrimas.
A ver si llega pronto el espíritu navideño, y enciende lucecitas que destellen, aunque sean borrosas, bajo este agua.
Por lo pronto, yo he empezado a invocarlo haciendo las primeras compras y paseando esta tarde por calles mojadas pero adornadas con bombillas blancas y flores de pascua.
Mañana envolveré regalos (Papá Noel necesita ayuda, tal vez los elfos se hayan declarado en huelga) y seguro que se me contagia alguna sonrisa por adelantado, de esas que tedrán mis hijos cuando rompan impacientes el papel que me habrá costado tanto poner con una mano.
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