La ciudad de la luz distaba mucho de ser luminosa, el cielo encapotado y la niebla envolvía las cúpulas y tejados que veía desde la ventanilla del coche que nos llevaba al hotel.
No importaba. Podría estár todo lo nublado que quisiese, el cielo de París estaba sobre mi cabeza.
Lo primero que hicimos tras registrarnos en el hotel fue visitar uno de los cafés de la calle Du Pont Neuf. Nada de zumos ni de galletas, mis pequeños satélites se habían quedado con la abuela.
Un " café creme" y una consulta a la guía para ver que nos esperaba en el primer día de la visita.
En realidad daba igual que dirección tomar. En cada calle, en cada esquina se alzaba un edificio, una fuente, una fachada espectacular o un hermoso puente.
Decidimos dar un paseo por la orilla del Sena. Frente a nosotros el Louvre, a nuestro lado edificios altos con tejados de pizarra, columnas y esculturas en las fachadas que yo confundía profusamente con el museo D´Orsay. El verdadero museo nos esperaba más adelante. Fué una larga caminata pero placentera. Pese a lo nublado no llovía. Observamos las postales y los libros antiguos que vendían en unos curiosos puestecillos a la orilla del río. Nos sorprendió el olor de las castañas asadas que servían en improvisados asadores_ con bidones viejos sobre carritos de la compra_ que desaparecían en cuanto un policía asomaba la cabeza. Numerosos Cafés y Bistros y animación en las calles.
A nuestra derecha los puentes...uno nos llamó la atención:
Se trata de Pons des Artes, el lugar donde enamorados de todo el mundo sellan su amor en París, atando un candado con sus nombres o algún mensaje tirando después la llave al Sena. Aunque algunos, los más precavidos quizá, usaban candado de esos de combinación, tal vez para poder retirarlos en caso de que el amor no durara para siempre.
Trataba de grabarlo todo en mi mente, por si acaso también grababa con la cámara.
Fué así, mirando a través de la cámara como descubrí la Place de la Concorde. La punta del obelisco procedente del templo de Luxor, relucía aún con el escaso sol que apenas se atrevía a asomarse entre tupidas nubes. Junto en frente la Assemblé Nationale y sobresaliendo por encima de los edificios la dorada cúpula de Des Invalides.
Nos dolían los pies. Paramos a tomar otro café au lait contemplando el puente Alexander III, el que más me gustó de todos cuantos ví. Sus enormes estatuas doradas y al fondo el Grand Palais y el Petit Palais
El frío arreciaba, sobre el mantel de la pequeña mesa enlazábamos las manos para calentarlas. Jugueteamos con la idea de volver pero, al levantarnos y girarnos la vimos casi sobre nuestras cabezas.
¿Cómo resistirse? Aunque aún quedaba un buen trayecto, los pies se quejaban.. Las orejas ya se habían callado, hartas de que no les hiciéramos caso.
Seguimos adelante para encontrarnos con la mole más inmensa de hierro que yo haya visto. Bromeamos acerca de la cantidad de tornillos y con los datos que nos daba la guía. 150 operarios nos parecían pocos para tan ardua construcción, sobre todo teniendo en cuenta que contaban con 50 ingenieros y 40 diseñadores...y 700 proyectos!
No llegamos a subir y nos perdimos una seguramente impresionante vista, pero había una cola de 45 minutos desde el primer piso...temíamos quedarnos atrapados en la Torre Eiffel y perdernos nuestra primera cena en París a bordo de un precioso barquito por las aguas del Sena.
Lo siento, no,no tengo fotos de esa noche. Esa era nuestra noche y la razón del viaje. Nuestro décimo aniversario. Nada que ver con el del año pasado ¿verdad?
La de cosas que pueden cambiar en un año...
Llovía cuando regresábamos al hotel. Las negras aguas del Sena reflejaban las luces de las doradas farolas.
Frío el aire, calido nuestro aliento dibujando pequeñas nubes.
Y todavía quedaba mañana.
7 comentarios:
¡Anda mírala! Me alegro mucho. Disfrutad de las vacaciones, que ya era hora :)
Gracias guapa, ya sabes, no te desesperes por este aniversario y conpénsalo el año que viene.
Qué bien contado, maja. Dan ganas de ir, que yo nunca he estado :-)
Pues en cuanto puedas, no te defraudará Reina.
Seguro que tú y tu marido habréis disfrutado y compartido unos días maravillosos. Y después de luchar con los trabajos, o el paro, los niños, las facturas, las prisas...os lo merecíais.
Si no te importa creo que te voy a copiar la idea. Suena tan bien...
whow! Increible, hermoso.
Cierto, anónimo, increible y hermoso.
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