Juan, 96 años.
Se ha roto la cadera, o eso le han dicho.
Exactamente se ha roto todo él.
Ahora, ya no volverá a andar. Su familia tiene miedo de que vuelva a caerse.
La silla de ruedas se convierte en su nuevo medio de transporte, de todos modos ¿a dónde querría ir un viejo de 96 años, medio ciego y medio sordo?
Las torpes manos, deformadas por la artrosis, se aferran a las agarraderas de las ruedas e impulsa con sus brazos su cuerpo nuevo, rodando por los pasillos. Ya no le duele, no tanto, pero echa de menos andar aunque lo hiciera como antes, despacito, trabajosamente.
Días después puede apoyar el pie ( se desaconseja la marcha, debido a su avanzada edad, dice el traumatólogo, y a las carencias sensoriales que padece). Una semana después puede levantarse sin ayuda y si se esfuerza, empezar a aguantar su escaso peso con la pierna rota. Dos semanas después, camina por las paralelas mientras pide que no lo suelte.
Tres semanas, le convenzo de que el andador no va a morderle y que el surco que ha hecho en la alfombrilla de las paralelas es más que suficiente.
Allá vamos.
Un paso, otro paso, media vuelta.
Un paso, otro paso, vuelta entera.
Un mes. Juan da diez vueltas al gimnasio, solo, sin que vaya a su lado, sin que le coja del brazo.
Llega el día. Hoy le han traído el andador nuevo de la ortopedia.
Azul, como él lo quería.
Le ayudo a levantarse de la silla que queda atrás como la vieja piel de una serpiente y observo como se marcha, como una madre ve a su hijo alejarse por primera vez en bicicleta, esperando verle caer en la primera esquina...
Ahí está, sentado en el patio, muy cerca de la pajarera donde medio ve a los canarios y medio oye sus trinos.
Paso, le saludo, me saluda, me da las gracias.
Me encantan que los planes salgan bien.
11 comentarios:
a mi también
Un andador azul como el cielo que podrá ver desde ese banco... :)
Mirna
Lo que hace la fuerza de voluntad!!!
Me ha encantado esta entrada. ¿Somos capaces de todo? A veces parece que sí.
Por cierto, feliz cumple con retraso. :-)
Todos los que trabajamos sabemos de los sin sabores que sufrimos y los esfuerzos que hacemos, que normalmente no están pagados. El tuyo no escapa a la regla, pero hay cosas como la que contás, que te llenan el alma y reconfortan el espíritu y eso...no tiene precio.
Deberíamos tomar a ese anciano como ejemplo: no rendirnos nunca digan lo que digan y acompañarnos de las personas que nos ayudan a crecer.Pero es tan complicado...
Enhorabuena por tu labor!
Que linda la historia (: Y también me gustó la comparación con la madre que ve a su hijo andando en bicicleta y esperando que se caiga a la primera esquina. A quién no le gusta cuando salen bien los planes, de hecho una de mis pocas pero mayores frustraciones es que a veces las cosas no salgan como uno quisiera, pero bueno, me alegro de que a alguien más le salgan.
Abrazos a la distancia...
Trabajando con ancianos se tienen muuuuchas limitaciones. La principal es la rendición.
Cuando ya no les merece la pena vivir, andar, reir o ni siquiera comer... Muchas veces es frustante, pero a cuando alguno decide que quiere Vivir (así, con mayúsculas)hasta el Final, cuando no se deja achantar por sus limitaciones, cuando se esfuerza y gracias a Dios se consigue algo (a veces, la fuerza de voluntad no basta)...entonces recibes una recompensa mayor que el salario o el agradecimiento. Te sientes útil y necesaria,sientes que nuestras acciones, nuestro cariño, siembra y recoge.
Gracias a todos por dejarme compartirlo.
La fuerza de voluntad es necesaria para todas estas personas, pero no me puedo olvidar de aquellas que los anima, los mima y no se dan por vencida.
si algun dia llego por el camino de la edad, quiero que alguien como tu me ayude ha no tirar la toalla, gracias en mombre de todos ellos.
Gracias, anónimo. Te has ganado un beso.
Esto es una lección de vida que nos envían nuestros mayores... ellos saben muy bien lo que es la lucha por la vida y la dignidad...
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