miércoles, 10 de junio de 2009

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Mi marido se resistía a tener internet en casa, decía que eso iba a ocupar el brevísimo tiempo que pasamos juntos, no sé cómo al final se convenció de que mi personalidad obsesiva no se iba a dejar enganchar por tan siniestra red.


Se equivocaba.


Fiel a mi promesa, no subo al ordenador hasta que él se acuesta. Como soy de hábitos noctámbulos no le extraña que me cueste tarde y me deja hacer...y empiezo por ver mi escritorio y comienzo por la ronda de lecturas.Luego descubro una pestañita arriba del todo (siguiente blog, dice) y pincho y empiezo a ver páginas en japonés, y en portugués y en inglés y ¡mira! una en español...y descubro orgullosas mamás que sacan fotos de sus retoños, imposibles adolescentes quejándose del mudo, poetas, escritores,guionistas, periodistas, economistas, maestros...todos lanzando botellas al mar como naúfragos, todos deseando que nos oigan, que nos presten atención...

Ayer estuve hasta las dos de la mañana leyendo pensamientos y era como sentarse en la costa y escuchar el ruido del mar: un murmullo de voces, un concierto de sentimientos, una tormenta de ideas...
y he venido a descubrir, como el agente Mulder, que no estamos solos en el universo.

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